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29 diciembre 2005



Bromas y bromistas


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No soy muy amigo de bromas. Para ser más exactos, me pasa igual que con los regalos, hacerlos porque hay que hacerlos no me gusta. Y eso es lo que pasa en España el 28 de diciembre. Bromas por todas partes, en los periódicos "seríos", en internet, en la tele. La Tejedora reune unas cuantas. Unas mejores, sin consecuencias, otras peores. Pero lo que no me gusta es el fondo. Bromear porque sí. Entender que hay que pillarlo y que hay que aguantarse. No le veo sentido.

Y no puedo estar más que de acuerdo con Elvira Lindo. En su columna de "El País" habla de bromas. Pero también habla de los que las hacen, que son la parte mala de todo esto. Me parece que esta vez si que da en el clavo (no soy muy partidario de esta escritora). Quizá por sentir la verdad (las verdades duelen, ya se sabe) me hace participe con mayor sentimiento, pero al leerlo vi muchas cosas reflejadas:
Veintiocho de diciembre, el día, en su sentido más simbólico, más odioso del año. Un día que, si fuera de uso infantil exclusivamente, tendría un pase, ya se sabe: cacas de plástico, bombas fétidas, sal en el café; pero que, extendido al mundo adulto y multiplicado por los medios de comunicación, resulta patético. Los niños hacen su broma anual, inocentona casi siempre; cruel si se les alimenta y se les deja. Los niños aprenden pronto que lo más fácil es arremeter contra el débil. Recuerdo haber sido instigadora de bromas malévolas y haber sido víctima de alguna de ellas. La vergüenza me queda ahora sólo por liderar la broma; el haber sido víctima sólo me inspira simpatía hacia mí misma. Siendo adulta, madre, he intentado corregir siempre la tendencia de las criaturas a reírse del débil, del inocente. ¿Qué gracia tiene eso, qué gracia tiene que alguien se crea tu mentira? Será que me da rabia porque yo me las creo todas. Con eso se nace. Cuando a los niños nos hacían un truco de magia, siempre había dos grupos, los que intentaban poner al mago en ridículo y los que creíamos que las palomas salían del sombrero. Los bromistas tienen un olfato especial para elegir a su víctima. Los bromistas, si son niños, irán a por el bajito, el torpe, el inocentón. Los bromistas, si son adultos y quieren hacer una broma verdaderamente pesada, una broma de esas que luego se recuerdan en desayunos de trabajo durante años, no elegirán al jefe (para nada), ni al propietario de su empresa (menos), ni al chulo del barrio (da miedo). Los bromistas, si trabajan en un medio de comunicación y quieren hacerle una broma a un personaje público, no elegirán a alguien que les pueda devolver la patada. Los bromistas no elegirán ni a Bush, ni a Chirac, ni a Blair, ni tan siquiera al presidente de su país, Zapatero, no sólo porque son inaccesibles; también porque podrían acarrearles consecuencias peligrosas. Tampoco elegirán al Papa (que por ser sagrado es más inaccesible y te puede dejar en la calle para el resto); los bromistas elegirán al presidente de un país al que no consideran de primera categoría. Si el presidente, para colmo, es indio, ya es para morirse de risa. No sé si el desprecio es consciente o inconsciente, pero de que existe tengo una sospecha fundada.

Siempre se ha dicho que los niños son crueles. Un patio de colegio es el ejemplo más claro de racismo y discriminación, es el reflejo más fiel de la naturaleza humana, un espejo de lo que se ve en el mundo real, en el mundo adulto. Porque, desgraciadamente, estos personajillos "adultos" existen. Los que buscan al débil, los que se ensañan. Suelen ser personas de mente rápida y palabra fácil. Como un superhéroe que emplea sus superpoderes para hacer el mal.

Menos mal que ya es 29.


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4 Comentarios a “Bromas y bromistas”

  1. Anonymous Anónimo  llegó el 29 diciembre, 2005 19:31 y dijo:    

    Hombre, yo sí he hecho alguna que otra broma para los inocentes, pero yo no me limito sólo a ésa fecha. Yo de por sí soy bastante graciosete (a veces demasiado, según dicen) y me paso todo el día de juerga y riéndome, si a alguien puedo gastarle alguna bromilla, pues se la gasto, pero tampoco soy de los que me importe que me las devuelvan después.

  2. Anonymous Anónimo  llegó el 29 diciembre, 2005 19:41 y dijo:    

    Yo también hago bromas, y creo que todos lo hacemos. Incluso todos nos cebamos un poco con aquellos que van a defenderse menos, es natural

    Pero tener como modo de vida y diversión aprovecharse del débil no me parece nada bien (y estoy seguro de que tu no lo haces)

    PD: Escribi esto antes de darme cuenta que habia caido en una inocentada en tu blog, asi que no tiene nada que ver, de hecho me ha parecido bastante buena, caí como un niño

  3. Anonymous Anónimo  llegó el 30 diciembre, 2005 08:39 y dijo:    

    ni tanto ni tan calvo... evidentemente desprecio a todo aquél que se ceba en los débiles para gastar sus bromas (sin excluirme en ninguno de los dos lados...)

    pero creo que Elvira Lindo se centra (y se ceba) con una pequeña porción de lo que puede suponer una broma... en mi trabajo, además de las "malas", también ha habido buenas bromas que han ayudado a la gente nueva a integrarse en el grupo, a relajar el ambiente...

    como con todo en la vida, no es bueno generalizar.

    pd. lo firma uno que disfruta, y mucho, con el día de los inocentes... :D

  4. Anonymous Anónimo  llegó el 30 diciembre, 2005 15:04 y dijo:    

    todo en su justa medida: bromas, sí; xo asta cierto punto. es cierto que las bromas amables ayudan a distender, xo son eso, bromas amables. no hay que pasarse

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