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13 febrero 2006



Carta de un padre laico a su hijo


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Una carta que me ha creado sentimientos contradictorios. Un padre se dirige a su hijo pequeño y le cuenta todo aquello con lo que se podría encontrar en su educación en esta sociedad "laica" en la que vivimos.
Yo no quiero dejarte prisionero de una organización que primero te inyecta el veneno del complejo de culpa, para decirte después que el único antitodo lo tienen ellos. No quiero que te inculquen una moral tan artera que considera más peligrosos un culo o una teta, que una pistola o un artilugio capaz de arrasar una ciudad entera.

Yo no quiero que te enseñen a dividir la humanidad en buenos y malos, en fieles e infieles, en los “nuestros” y el resto. No quiero que tiñan de pecado original tu inmaculada alma, ni que vendan tu niñez a algún desaprensivo de su organización, oculto y a salvo por su jerarquía.

Yo no quiero que maten tu rebeldía con un puñal de resignación, ni que amenacen tu bendita osadía con un infierno a su medida. No quiero que te cambien por tristeza tus toneladas de alegría, que distraigan tu mirada con el más allá del más aquí, que las promesas de vida eterna te hagan olvidar el compromiso frente a la eterna mala vida de los de siempre, que injusto sea normal y hermanos no sean todos, que de tanto mirar al cielo se te olvide el suelo.

Yo no quiero que nadie dirija tu cama, que unos hombres que viven solos te digan lo que es familia, que la justicia social es envidia, el impulso natural lascivia y la libertad pecado. No quiero verte expiar sus culpas, perdido en sus turbas, sin razón ni corazón, tan pendiente de los santos que no veas que todos los demás somos tantos, no quiero que te cambien un beso por un paraíso, ni un abrazo por un latigazo, que te sustituyan la solidaridad por la caridad.

Yo no quiero para ti ni su cielo, ni su infierno eternos, no quiero su bálsamo del no pensar, el bálsamo del perdón por nada, la cadena del complejo de culpa o el látigo del castigo divino, no quiero que compres almas por un plato de lentejas, ni que vistas a los desnudos a cambio de reemplazar al Dios que reza, para ti hijo mío, quiero paz de verdad, paz de humano, paz de hermano, amor de verdad, amor de humano, amor de hermano, esperanza de verdad, esperanza de humano, esperanza de hermano, para ti quiero todas las manos, toda la paz, todas las esperanzas y todo el amor, porque para ti deseo que todos los seres humanos sean tus hermanos, sin distinción de raza, sexo o credo, para ti quiero la plenitud de ser humano, hermano, entero y sin miedo.
Me produce a la vez dolor, por haber recibido todo lo que él dice y que, tal como lo presenta, sin duda es malo, y una sensación de que no todo el fondo que ha dejado el catolicismo en mi haya sido negativo. Evolucionar de la fe ciega que se nos muestra en este genial escrito y de la que yo me ví rodeado una parte de mi vida hacia una religiosidad agnóstica cercana al ateísmo pero con un fondo cristiano, quedándome con lo bueno que el cristianismo representa, que tampoco es poco, creo que ha sido una de los mejores caminos que he recorrido para ser una persona mejor.

Desde otro lugar: Nosotros los monos

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1 Comentarios a “Carta de un padre laico a su hijo”

  1. Blogger wakalani  llegó el 13 febrero, 2006 13:19 y dijo:    

    Que no te de tristeza, finalmente es muy probable que hayas ganado más descubriendo algunas cosas.
    Respecto a principios y valores ser ateo o agnóstico en ningún momento significa ser "amoral". La ética de una persona es completamente independiente a su creencia religiosa, es más, me atrevo a decir que un ateo puede ser tan íntegro (o más, o tambien menos, por qué no) que un sacerdote catolico o que un monje tibetano.

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