Malasaña, uno de los barrios más carismáticos de Madrid, se ha visto envuelto estos últimos días en una verdadera batalla campal entre la policía y grupos de revoltosos armados con todo lo que pillaban.
El
lunes, con varios heridos y detenidos y, sobre todo, el
martes, el barrio, y más concretamente en la zona alrededor de la
Plaza del 2 de Mayo, se convirtió en un toma y daca a base de botellas y ladrillos por un lado y pelotas de goma y porras por el otro.
¿Qué nos ha llevado a esto? Es difícil explicar todas las causas, pero hagamos un poco de historia rápida:
Hace unos años la plaza de Malasaña y alrededores era el centro del
botellón de Madrid. Cientos de personas se juntaban cada noche de viernes y sábado para, en principio, beber en la calle y charlar. Según aumentaba el número de gente las molestias de los vecinos crecían, ya que aparecieron tambores y equipos de música, y que más gente supone más ruido y suciedad. Ésto era especialmente duro en las noches de verano, donde hay que dormir con la ventana abierta y el calor hace que la fiesta se prolongue. Por aquella época la fiesta de la Comunidad (se conmemora el
levantamiento del 2 de Mayo) se celebraba en éste barrio con conciertos (y botellón organizado)
Hace unos pocos años (no se ya si cuatro o cinco) llegó Gallardón con su ley antibotellón (desarrollada principalmente por los problemas en ésta zona) en la que se prohibió beber en la calle o comprar bebidas alcohólicas más tarde de las 10. Durante unos meses la situación en el barrio fue fin de semana tras fin de semana como esto que se ha visto en los días pasados. Mucha policía, acordonamiento de zonas y multas a la gente que bebía en la calle, molestara o no. Después de un tiempo se consiguió limpiar Malasaña y dejar el barrio como otro "normal". Como medida extra, y supongo que para evitar problemas, se prohibieron las fiestas del barrio.
Pero no todo era tan de color de rosa como Gallardón suponía. Evitando las grandes plazas y los grandes tumultos, la gente seguía compartiendo bebida en calles secundarias. No había ruido ni tanta suciedad (es el
nuevo botellón, y parece que la gente olvida rápido y ya dice que es peor que el anterior), pero seguía existiendo y dejaba latente el deseo de la gente de beber más barato y en la calle y charlar tranquilamente.
Y así se llegó al otro día. De un deseo de reivindicar una fiesta merecida y una forma de pasar el rato eliminada demasiado radicalmente sin ofrecer alternativas se llegó a que unos cuantos intentaran tomarse la justicia por su mano y hacer lo que siempre han querido hacer. No es la forma de conseguir lo que nos quitaron, pero la contestación, desproporcionada, ha quitado la razón también a quienes luchan por el "orden".
No se va a llegar a un punto medio porque mandan los de siempre, pero a base de multas, golpes y prohibiciones no van a convencer. Más tarde o más temprano tendrá que volver la fiesta a la plaza y tendrán que dar salida de una forma u otra al botellón
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